Jugar con la técnica del trampantojo no es exclusivo del arte o del mundo culinario. lo cierto es que uno puede hacer creer a los demás que una cosa es algo muy distinto de lo que en realidad es. pero, ¿Qué pasa cuando sacamos un pie del trampantojo y lo ponemos en el engaño?

Te sitúo, feria dirigida al sector empresarial. Mi amiga y colega de trabajo, Cristina, y una servidora estábamos muy contentas porque ese día iba a ser un maratón de ponencias cada cual más interesante. Allí estábamos las dos, programa en mano, subrayando todas las charlas a las que queríamos asistir y discriminando unas sobre otras, ya que se impartirían de manera simultánea en diferentes salas. ¡Qué estrés! y como se suele decir «¡Y yo con estos pelos!».

Así que, manta zamorana en mano (ese día se desplomaron las temperaturas) y calzado cómodo, nos dispusimos a iniciar la que pensábamos iba a ser una jornada frenética de ponencias. (Si empiezas a tener la sospecha de que esa jornada maratoniana que tanto valor nos iba a aportar se convirtió en una jornada estándar en nuestras vidas, estás en lo cierto).

En primer lugar, tengo que ser justa, no todas las charlas fueron una decepción. En absoluto, había grandísimos profesionales que a su vez eran grandísimos ponentes, capaces de aportar  valor a quienes escuchábamos atentos.  Con lo difícil que es hoy en día hablar en público y que la gente mantenga la atención más de 2 minutos seguidos sin haber chequeado su mail, Twitter o Facebook tropecientas veces. Pero hubo unas cuantas ponencias que me hicieron sentir que me tomaban el pelo, hablando claro. Detrás de títulos de lo más sugerentes en el programa, había profesionales cuyo único fin al impartir la charla era el de vendernos su empresa. Vamos, lo que se conoce como la técnica del «Autobombo» o «Porque yo lo valgo».

¡Ahí está nuestro trampantojo pasándose al bando del engaño! Utilizar un título de lo más atrayente para acabar dando una ponencia que nada tiene que ver con lo expuesto en el título. Es como ir a un restaurante, pedir un arroz caldoso con bogavante y que te traigan un sándwich mixto. Eh… ¿perdón?

Los grandes oradores son los que al hablar en público ponen el foco en la audiencia, son los que saben que una charla vale en la medida en la que interesa, pero no a ellos, sino al público, son los que saben que al aportar valor, al hacer una buena exposición, están vendiendo todo lo que hay detrás de ellos (su empresa, productos, etc.), pero no necesitan decir lo maravillosos y estupendos que son.

Como te habrás dado cuenta, me sentí algo decepcionada la verdad. Y sé que es un sentimiento que compartimos varias personas con las que coincidí allí.

Es muy importante escoger un buen título para una charla, que provoque, que seduzca, que atraiga… en definitiva, que anime a la gente a acudir a tu ponencia, pero al leerlo la gente tiene que tener una idea de lo que se va a encontrar. No puedes decir «¿Cómo afecta la subida del precio de la almendra a tu vida?» y dar una charla sobre tu negocio que resulta ser un desguace. Eso es  engañar. Y engañar está muy feo…

La gente no es tonta. En serio, apórtame valor y me habrás conquistado.

Marina Estacio

VALORA ESTE ARTÍCULO
(Votos: 0 Promedio: 0)