Terminal 2 de Madrid. En un rato pongo rumbo a Tenerife. Quien dice un rato dice “algo más de un rato” ya que me acaban de comunicar que el vuelo va con 45 min de retraso.

Me compro una revista de viajes (es curioso, pero siempre encuentro una con información del próximo destino al que he decidido ir), meriendo algo, chequeo correos, me perfumo en una de las tiendas de Duty Free,… Vamos, que llevo a cabo y de manera más que rigurosa, cada uno de los pasos del manual del perfecto pasajero de aeropuerto.

De pronto, y sin saber por qué, me acuerdo de una escena que viví hace unos años. Me entra un ataque de risa y decido escribir sobre ella. La escena fue la siguiente:

Hace 8 años aproximadamente realicé un viaje a Barcelona con la empresa en la que trabajaba. Sí, hubo un tiempo en que fui empleada. El viaje lo realizamos en AVE. Conversación por aquí, risas por allá, momento cafetería por el otro lado… “¡Uy! que llegamos a Sants en 5 minutos. ¡Me hago pis!” (cosa bastante común en mí y que por alguna extraña razón tiendo a verbalizar en voz alta como si a la gente le interesase lo más mínimo). Así que entro en uno de los baños del AVE que tienen puertas automáticas. Unos servicios muy espaciosos y con varios botones grandes y de colores en su interior. ¡¡Yuupiii!!

Entro, cierro la puerta, me bajo los pantalones y procedo a dar rienda suelta a las aguas menores de mi ser. De pronto, y sin haber terminado todavía, observo cómo la puerta comienza a abrirse y tras ella, van apareciendo cada vez más y más personas. Por si alguien no sabe cómo son estas puertas, miden como metro y medio de ancho. Eso significa que en menos de 2 segundos, el pasillo, que estaba atestado de gente que salía de la cafetería para recoger sus maletas, fue testigo de cómo una chica miccionaba. Para más escarnio, estos aseos tienen una profundidad tal que si tienes que ir corriendo a cerrar la puerta, tienes que dar por lo menos 4 zancadas y 2 si tus piernas son más largas que un día sin pan. Vamos, que la opción habitual de cerrar de un manotazo, como hacemos en el resto de servicios cuando alguien nos abre la puerta, es inexistente. Así que el habitual mamporro acompañado de un seco «¡Está ocupadooo!» es sustituido por mirada al suelo, pelos en la cara para que ni Perry sepa quién eres y subida rauda y veloz del pantalón o prenda inferior que se preste.

Es curioso porque la gente no podía evitar mirar, algunos trataban de disimular, otros pasaban rápido solidarizándose conmigo o directamente porque sentían vergüenza ajena. Corté el chorrillo de cuajo y me dispuse a subirme el pantalón hasta la garganta, como si así pudiese subsanar el “daño visual” ocasionado. En ese momento, un chico se puso en el marco de la puerta, de espaldas a mí (gracias por el detalle) y trató de ocupar con todo su cuerpo el espacio que había dejado la puerta abierta. Adoptó la típica postura en forma de X. Evidentemente quedaron cuatro hueco libres para las miradas más curiosas. ¡Pero se lo agradecí igualmente!

Mi estado de bochorno fue máximo, pero al mismo tiempo no pude evitar partirme de risa. En fin, ese día todos los allí presentes tuvimos algo que contar.

Recordar esa experiencia me ha hecho pensar en que la mayor parte de las personas son meras observadoras y solo unas pocas, se lanzan a actuar y a ayudar al otro, como fue el caso del chaval “con cuerpo en postura X anclado a un marco de puerta”.  Permanecemos inmóviles, observando lo que ocurre a nuestro alrededor, pero tomando poco partido de ello. Y esto es triste, porque la vida es para tirarse al barro, es para poner tu cuerpo en forma de X cuando alguien lo necesita. ¿Nos bloqueamos?, ¿nos da igual el otro y por eso no actuamos?, ¿sabemos que aparecerá alguien más tarde o más temprano que lo hará por nosotros?, ¿es falta de empatía?… ¿es de todo un poco?

Sea por el motivo que sea… ¡así nos luce el pelo! Una sociedad caracterizada por el individualismo donde las maravillosas personas con posturas en forma de X están en peligro de extinción, sustituidas por cuerpos en formas de Y. O.

¡Ah! está claro que el motivo por el que la puerta se abrió fue porque al entrar, no le di al botón de bloqueo de puerta. Pequeños botones sin importancia…

 

Marina Estacio (muchas veces «X» y otras «Y.O.»)

VALORA ESTE ARTÍCULO
(Votos: 0 Promedio: 0)